TODOS LOS SANTOS Solemnidad - Ciclo B
Autor: Fr. Carlos Lledó
López O.P. |
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TODOS LOS SANTOS CICLO B
Con la Virgen María, Reina de todos los Santos, celebramos el quinto misterio glorioso del Rosario. Ella, privilegiadamente santa, preside una multitud inmensa de hermanos y hermanas nuestros que han muerto en estado de gracia, gozan eternamente de la visión de Dios e interceden por nosotros.
PRIMERA LECTURA. Apocalipsis 7, 2-4. 9-14. Una multitud inmensa. Es la visión
de todos los que rodean al Cordero, gozando de la visión de Dios:
Ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel... una
muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de toda nación, razas,
pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero. Ciento
cuarenta y cuatro mil es un número simbólico que expresa plenitud:
una multitud inmensa que nadie podría contar. Son los marcados. Son los
marcados por el sello del Cordero, bañados en la sangre de Cristo. Son los
redimidos que han recibido el Bautismo, que han superado las pruebas de
este mundo y han alcanzado el Cielo: Estos son los que vienen de la
gran tribulación: han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del
Cordero. Viven adorando a Dios eternamente. Rostro en
tierra, adoran a Dios en unión con los ángeles, los ancianos y los cuatro
vivientes: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de
gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los
siglos de los siglos. Amén. Invocación mariana. Reina de los ángeles y de todos los santos: Tú presides la adoración ante el trono de Dios en el Cielo. Enséñanos a
vivir en comunión con la Iglesia celeste, haciendo de nuestra vida
alabanza y gloria que ha de culminar en el Cielo ante el trono de Dios. SEGUNDA LECTURA. 1ª Juan, 3, 1-3. Somos hijos adoptivos de Dios. La salvación es obra del amor de Dios. Dios nos ama. Nos hace partícipes de su vida sobrenatural. Nos constituye hijos adoptivos suyos y herederos de la gloria. Estamos destinados al Cielo, a ver a Dios tal cual es en sí mismo.Mirar qué
amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!.
Vivamos como hijos. Vivamos como
hijos adoptivos de Dios para alcanzar la herencia del Cielo. Esto es,
perseveremos en la gracia santificante para crecer en ella. Crecemos en la
gracia de Dios por el alimento de los sacramentos que repara y da fuerzas;
por las virtudes infusas, potencias del desarrollo sobrenatural; por el
oxígeno de la oración que nos permite respirar sobrenaturalmente; por la
gimnasia del ascetismo que nos permite correr ágilmente hacia la meta y,
siempre, al calor de la Virgen Madre con el arma del Rosario. Invocación mariana. Santa María: Tú eres hija predilecta del Padre que has alcanzado la meta del Cielo privilegiadamente, en cuerpo y alma. Enséñanos a vivir como hijos adoptivos de Dios, en comunión con los santos del cielo, y a cultivar la vida de la gracia para alcanzar la meta del Cielo.
TERCERA LECTURA. San Mateo 5, 1-12ª El comportamiento cristiano. Cristo nos
ofrece el compendio del comportamiento de los redimidos para alcanzar el
Reino: las Bienaventuranzas. Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Es pobre de espíritu el que reconoce en su corazón que necesita de Dios, que todo lo ha recibido de Él, que se acoge a su Providencia. Necesitamos
de Dios para el perdón de los pecados, para vida sobrenatural, para la
salvación. Reconocemos la total dependencia de Dios y nos comprometemos a
guardar amorosamente sus leyes. Dichosos los sufridos porque ellos heredaran la tierra. Es sufrido el
que acepta lo difícil para alcanzar la meta, esto es, el que acepta el
esfuerzo ascético de la virtud sobrenatural, renunciando valientemente al
pecado para alcanzar la salvación, el cielo, la tierra de promisión. Dichosos los que lloran porque ellos serán consolados. Llora el que pierde un bien querido: persona u objeto. Llora el que pierde el bien sobrenatural por el pecado, o es menos fiel a la gracia: llora interiormente. Es consolado
cuando responde a la llamada interior y se convierte, cuando recupera la
fidelidad y el gozo interior...
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Tener hambre y sed de justicia es tener hambre y sed de lo justo. Esto es, desear poseer el bien , perseverar en él y comunicarlo. Es tener hambre y sed de Dios, Verdad única y Bien supremo. Quedar
saciados es poseer la participación de la vida de Dios por la gracia,
vivir en la Verdad y en el Bien, poseer la verdadera Justicia... y
transmitirlo con la ejemplaridad de la vida, con el testimonio cristiano.
Dichosos los misericordiosos porque alcanzaran misericordia. La
misericordia es compadecerse de la desgracia ajena y ofrecer la solución.
Dios en Jesucristo es el gran misericordioso porque se compadece de
nosotros, soluciona nuestra situación de pecado, nos perdona y nos
recupera como hijos adoptivos. Nosotros hemos alcanzado misericordia
porque somos los redimidos. Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. Es limpio de corazón el que no está manchado por el pecado. El que vive en estado de gracia santificante. El que ordena su vida desde Dios cumpliendo sus Mandamientos. El que ordena su vida hacia Dios usando de los bienes de este mundo “en tanto cuanto”. El que tiene “rectitud de corazón” La limpieza
de corazón es camino seguro para ver a Dios porque es el camino de la
gracia santificante, de la santidad , de la perseverancia final, de la
salvación. Dichosos los que trabajan por la paz porque ellos se llamaran hijos de Dios. Trabaja por la paz el que posee el amor verdadero al vivir en gracia santificante. El amor es la fuente de la unidad y de la paz estable, esto es, de la tranquilidad en el orden a nivel personal y social. Solamente el que tiene a Dios posee el amor que causa la paz y puede ser agente de paz. No es posible construir la paz al margen de Dios. Por lo tanto,
seremos dichosos si nos persiguen, nos insultan, nos calumnian de
cualquier modo por la causa de Cristo porque es nuestro el Reino de
los cielos: Estad alegres y contentos porque vuestra recompensa será
grande en el cielo. Invocación mariana. Madre y Maestra del Rosario: somos tus hijos y tus discípulos. Como Madre, nos ofrece la vida, la gracia, el amor, la unidad, la paz... que es Cristo tu Hijo. Abre nuestros corazones para que sepamos acoger la vida de tu Hijo, meditando los misterios del Rosario. Como Maestra, nos enseña ejemplarmente cómo ser cristianos consecuentes realizando nuestra vida según la propone tu Hijo en las Bienaventuranzas: enséñanos en el Rosario cómo ser fieles al Evangelio y cómo dar testimonio de ello con todas sus consecuencias, con valentía.
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