MEDITACIONES
PARA EL AÑO LITÚRGICO
Guía
didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.
VIERNES SANTO.
CELEBRACIÓN
DE LA PASIÓN DEL SEÑOR.
Invitación a la esperanza.
El
Viernes Santo es una invitación a la esperanza. Las Profecías se han
cumplido. Cristo ha muerto por nosotros los hombres y por nuestra
salvación. Estamos seguros de su resurrección de entre los muertos porque
así lo ha prometido el mismo Cristo. Cristo ha muerto en la cruz, pero
sabemos que la cruz se convertirá en el trono de su Realeza universal.
Cristo ha muerto en la cruz. Todos le crucificamos con nuestros pecados.
Pero sabemos que ha de triunfar con la fuerza de su amor que es más
fuerte que el pecado y la muerte. Por eso. la Cruz de Cristo es fuente de
alegría y preanuncio cierto del gozo de la resurrección.
Esperanza en el triunfo.
Esperanza en el triunfo de Cristo que ya profetiza el Profeta Isaías en el
poema del siervo de Jahvéh (Cf. Is.52,13-53, 12). Anuncia el Profeta:
Mirad, mi siervo
tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho”. Impresiona el
camino que ha de recorrer. Será ”el varón de dolores". El soportó
nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos
leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes".
Como recompensa del camino de obediencia y
humildad que el Siervo recorrerá, recibirá una descendencia incontable,
será contado entre los grandes. con los poderosos... porque expuso a su
vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, y él tomó el pecado de
muchos e intercedió por los pecadores.
Damos gracias a Dios Padre. Las profecías se
han cumplido en Jesucristo por obra del Espíritu Santo. Nosotros estamos
aquí para proclamarlo. Jesucristo es el Hijo de Dios, Dios como el Padre,
que se anonadó y se humilló, hecho obediente hasta la muerte y muerte de
cruz. Por eso. el Padre le ha concedido un nombre sobre todo nombre, de
modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble para gloria de Dios
Padre (Cf. Fil.2,7-12).Con estos sentimientos, adoramos a Cristo muerto en
la cruz: ¡Gloria y honor a ti, Señor Jesús! Te reconocemos Cristo como
nuestro Rey y Señor. Pertenecemos a tu linaje de gracia y salvación y nos
proponemos vivir todas sus exigencias.
Firmes en la fe.
San Pablo (Cf. Hebr.
4,14-16; 5,7-9) nos invita a mantener firme la fe que profesamos.
Cristo es el contenido central de nuestra fe. Necesitamos profundizar en
el conocimiento de Cristo; crecer en el amor-comunión a Cristo; ser
valientes en nuestro comportamiento cristiano. Esto es, vivir como
discípulos de Cristo.
La fe en Jesucristo
vigoriza nuestra esperanza: Jesucristo, el Hijo de Dios: es el Sumo
Sacerdote que penetró los cielos y garantiza nuestra salvación.
Jesucristo es el Sumo Sacerdote que se ha querido identificar en todo con
nosotros, excepto en el pecado y que por eso, comprende perdona
nuestros pecados, por medio de la Iglesia.
¡Abrid las puertas a Cristo! nos dice repetidamente el Papa. Sí,
abrimos las puertas a Cristo cuando nos convertimos pidiendo perdón de
los pecados a los pies del confesor, recuperando la vida sobrenatural de
la gracia; cuando cumplimos m Mandamientos de la Ley de Dios, cuando somos
cristianos con todas sus consecuencias en la familia y en la sociedad.
No tengamos miedo.
¡No
tengamos miedo! Tenemos un Sumo Sacerdote: es Cristo, nuestro Redentor. Es
el Mediador que intercede por nosotros ante el Padre. Es la Víctima que
repara la dimensión infinita de nuestros pecados. Reconozcamos nuestro
pecado y pidamos perdón. Sepamos valorar la frecuencia del sacramento de
la Penitencia para obtener el perdón y para fortalecer la perseverancia en
la vida de la gracia.
Postrados a los pies de la
Cruz
El Evangelio de San Juan
(Cf. Jo.18,1-19,42) nos presenta la pasión y muerte de Nuestro Señor
Jesucristo. Es la clave de nuestra esperanza. Porque Cristo ha muerto por
nosotros, hemos alcanzado el perdón y la salvación. Porque Cristo
triunfará sobre la muerte por la resurrección, nosotros triunfaremos con
El y participaremos de su resurrección.
En oración y silencio.
La Iglesia se hace
silencio para centrarse en la contemplación de la pasión y muerte de
Cristo. Nosotros acogemos las palabras de Cristo en la cruz para
guardarlas con en el silencio del corazón.
Gracias, Señor Nuestro
Jesucristo. Pides al Padre que nos perdone porque no sabemos lo que
hacemos. Acuérdate de nosotros, somos débiles. Sabemos que nos abres las
puertas de tu Reino. Gracias, Señor. porque nos confías al cuidado
maternal de la Virgen Madre y porque también nos pides que le prestemos
atención filial. Te damos gracias porque nos permites acompañarte en el
misterio de tu inmenso abandono y calmar esa sed tan profunda que te
abrasa. Gracias, Señor porque has cumplido todo lo que él Padre te habla
confiado y entregas tu espíritu en sus manos.
El cuerpo de Cristo fue
descendido de la Cruz y colocado entre los brazos de su Madre. Nos hacemos
silencio, respetando lo que María guarda en su corazón. Y en el silencio
del Viernes Santo, Madre de la Esperanza. nos sentimos reconfortados.
Porque tienes a Cristo entre tus brazos. todos nos sentimos, también al
calor de tu corazón en la seguridad de tu Mediación que tanto necesitamos.
Nos hacemos oración meditando los misterios dolorosos del Rosario.
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