La Virgen María (3)

Ave María

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.


 
 



 

MEDITACIÓN

 

AVE MARÍA

 



REZAMOS EL AVE MARÍA

Con María

"Dios te salve María, llena eres de gracia..." Nosotros, como hijos con su Madre. Ella, como Madre con sus hijos. Nosotros: dando gracias a Dios por las maravillas que ha realizado en su Madre. Ella, desbordando y proclamando las maravillas de la gracia con sabor de Magnificat.

Por María

Nos dirigimos al Hijo por medio de la Madre, Medianera universal de todas las gracias. Ella presenta nuestra oración a su Hijo e intercede por nosotros. "Santa María, Madre de Dios...".

En María

Rezamos el Ave María, unidos a los sentimientos del corazón de la Virgen Madre y recordamos agradecidos: la entrega del Redentor al Padre, obediente hasta la muerte de cruz (Fil.2,8) y la entrega de la Corredentora al Redentor como humilde esclava (Lc.1,38).


COMPOSICIÓN DEL AVE MARÍA (CEC. 2676-2679).

La salutación del Ángel (Lc.1, 28).

Abre la oración del Ave María: “Dios te salve María” Dios, por medio del Ángel, saluda a María, que va a ser su Madre. Nosotros, con el Ángel, saludamos a la Madre de Dios y Madre nuestra. Lo hacemos, unidos al pensamiento y a la mirada de Dios sobre María, la humilde esclava del Señor (Lc.1,48).

Nos alegramos con el gozo que Dios encuentra en María: "Yavé está en medio de ti como poderoso Salvador; se goza en ti con alegría, te renovará en su amor, exultará sobre ti con júbilo" (So.3,17).
 


"Llena de gracia, el Señor es contigo"(Lc.ut s.).


María es la llena de gracia porque el Señor está con Ella. Está Dios, origen de toda gracia y santidad. Esta maravilla se realiza en atención a los méritos de Cristo que la redime privilegiada y excepcionalmente. Alégrate, Hija de Jerusalén porque el Señor está en medio de ti (So.3, 14. 17a).

María se convierte en el "Arca de la Alianza" porque es portadora de la alianza definitiva entre Dios y los hombres: Cristo que sellará la alianza definitiva con su sangre.

María es lugar donde reside la Gloria del Señor: "la morada de Dios entre los hombres" (Ap.21, 3): catedral construida por el Espíritu Santo, sagrario viviente, la mejor custodia.

María es la llena de gracia que se da al que viene a habitar en Ella y al que Ella entrega el mundo.


“Bendita tú eres entre todas la mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús” (Lc.1,42).

Es el saludo de Isabel "llena del Espíritu Santo" (Lc.1,41) a la Virgen María. Isabel es la primera en llamarla bienaventurada a través de largas generaciones (Lc.1, 45. 48) hasta nosotros.

“Bendita entre todas las mujeres" porque ha creído en el cumplimiento de la Palabra de Dios. En el Antiguo Testamento, Dios bendice a Abraham por su fe y lo hace Padre de un gran pueblo. En el Nuevo Testamento, Dios bendice a María por su fe y la hace Madre de los redimidos.

“Bendito el fruto de tu vientre” María es portadora del Redentor por obra del Espíritu Santo. A su calor, se forma el Corazón de Cristo, símbolo de la plenitud del amor. María es la primera en percibir los latidos del Corazón de Cristo, en dejarse amar por Él, en amarlo sin reservas, y en ser testigo de su amor.


“Santa Mª, Madre de Dios, ruega por nosotros”.

Postrados ante las maravillas de María que es la Madre de Dios y Madre nuestra, acudimos a Ella como hijos a su Madre y le pedimos que cuide de nosotros.
 
María ora por nosotros como oró por sí misma: "Hágase en mí según tu palabra"(Lc.1,38). Con y como Ella, nos abandonamos a la voluntad de Dios: "Hágase tu voluntad".


“Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”.

Nos acogemos a nuestra Madre como hijos pecadores y débiles en la voluntad para perseverar en el bien.

Le confiamos el presente, el hoy, "ahora" con sus dificultades. Le confiamos la hora de nuestra muerte. Así como estuvo presente en la muerte de su Hijo (Jo.19,27) le pedimos morir entre sus brazos para ser entregados por Cristo al Padre. Le suplicamos nuestra salvación.

 


 

    


 

 
 


             Autor: Fr. Carlos Lledó López, O.P.