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La Transfiguración
Lectura
bíblica.
Subió Jesús a una montaña muy alta y se
transfiguró delante de Pedro, Santiago y Juan. Su rostro resplandecía como
el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y una voz desde la
nube decía: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.
(Cf. Mt. 17, 1-9).
Meditación.
Jesús, después de anunciar explícitamente su pasión y muerte, tomó a Pedro,
a Santiago y a Juan, y se retiró a una montaña para orar. Y mientras oraba,
el aspecto de su rostro cambió, resplandecía, y sus vestidos se volvieron
blancos como el sol. Asistimos a un momento culminante de la Revelación. Los
apóstoles se postran en adoración, y nosotros con ellos
Escuchamos la revelación expresa del
misterio de Dios. Y una voz desde la nube decía: Este es mi Hijo, el
amado, mi predilecto. Escuchadle”. Revelación de la Trinidad: del Padre
en la voz que se escucha, del Hijo visible en Jesucristo y del Espíritu
Santo en la nube luminosa.
Manifiesta la glorificación que ha de ser
visible permanentemente desde la resurrección de Jesucristo. Es la plena
glorificación del alma que se manifiesta en el cuerpo.
La Transfiguración trata de fortalecer la fe débil
de los apóstoles ante los acontecimientos duros que se acercan. Fortalece
también nuestra fe en las circunstancias difíciles que nos tocan vivir.
Adoramos a Jesucristo: es el Hijo de Dios, es nuestro Redentor, nos llama a
participar de su cruz, camino de la glorificación.
María recorre la vía dolorosa del Hijo
desde la encarnación hasta la Pasión, hasta la Cruz, culminación del dolor y
de la soledad, participando privilegiadamente de la gloria de la
Resurrección.
Virgen y Madre, Señora del Rosario: enséñanos a adorar a Cristo, tu
Hijo, a aceptarlo en nuestras vidas con todas sus consecuencias, a conocerlo
meditando y viviendo los misterios del Rosario, a recorrer el camino
sembrado de cruces, sin desalientos, hasta alcanzar la participación en la
gloria luminosa de Cristo.
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Las Oraciones del Rosario
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PADRE NUESTRO:
Rogamos a Dios.
Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el
cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
* AVE MARÍA:
Repetimos la Salutación del Ángel y Santa Isabel a la Virgen María.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo;
bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la
hora de nuestra muerte. Amén.
* GLORIA:
Alabamos a la Santísima Trinidad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora, y siempre, por los siglos de los
siglos. Amén.
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