EL ADVIENTO CON MARÍA
3er Domingo de Adviento

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 



MEDITACIONES

 

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

CICLO A

   

         Permanecemos en oración con la Virgen María contemplando los misterios gozosos del Rosario. Ella nos enseña a esperar a Cristo, revelación del amor y la misericordia del Padre por obra del Espíritu Santo.

         

PRIMERA LECTURA. Is. 35, 1-6ª. 10


 
       La primera lectura de Isaías es un himno jubiloso de la creación y de los hombres por la proximidad del Mesías. Es un canto al amor y a la misericordia de Dios que se han de manifestar en Cristo.

         El desierto del corazón se convertirá en oasis frondoso de buenas obras. El yermo en tierra habitada por la gracia de la salvación. El páramo florecerá con las mejores fragancias. Habrá alegría y gozo porque veremos “la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios”.

         Permanezcamos fuertes frente a la debilidad, robustos frente a la vacilación, valientes frente a la cobardía del corazón... No tengamos miedo. Tengamos esperanza. Viene nuestro Dios. Viene en persona para salvarnos.

         Nuestros ojos ciegos por el pecado verán la luz de Dios. Nuestros oídos sordos escucharán su Palabra. Seremos liberados de la cojera de la debilidad y saltaremos de gozo ante la presencia del Señor. Nuestra lengua cantará las maravillas del amor y la misericordia del Señor. Alcanzaremos la verdadera libertad. Seremos los rescatados del Señor.

         Con María, perseveramos en oración, nos reconciliamos en el sacramento del perdón, nos alimentamos en la Eucaristía, esperando a nuestro Redentor que nos trae el perdón, la gracia, la salvación... que nos trae la verdadera libertad.

 

SEGUNDA LECTURA. Sant. 5,7-10
 

         San Pablo nos marca un plan de vida para el Adviento que es exigencia de vida cristiana, de santidad, ante la venida cercana del Salvador.

       Tengamos paciencia. Sepamos esperar la hora de Dios como “el labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra”. Triunfará el bien sobre el mal aunque de momento nos sintamos acosados y perseguidos por el mal y sus consecuencias.

         Permanezcamos firmes en el cumplimiento de los Mandamientos de la Ley de Dios, perseverando en la vida de la gracia, acudiendo a los sacramentos, practicando las virtudes cristianas según nuestro estado de vida, dando testimonio gozoso y valiente de nuestra fe.

        Vivamos en caridad. Sepamos perdonar y olvidar. Amémonos unos a otros. Seamos constructores de “la nueva civilización del amor”

        María es modelo de nuestra espera. Nos enseña a ser pacientes, a perseverar, a amarnos de verdad.
 

 
TERCERA LECTURA. Mt.11, 2-11
 

         San Juan Bautista realiza la presentación inmediata del Mesías. ¿Quién es Jesús?

         Juan está encarcelado por predicar con valentía y denunciar el pecado. Desde allí, nos orienta hacia Cristo. Envía a dos discípulos suyos para interrogar a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Jesús responde a la luz del cumplimiento de la profecía de Isaías: “los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se le anuncia la Buena Noticia”

         Sí, Jesús es el Mesías, el que tenía que venir. Viene para curarnos del pecado iniciando un camino de obediencia amorosa que le llevará hasta la Cruz. Abramos las puerta de nuestro corazón a Cristo. Es el Hijos de Dios que se hace hombre por nosotros y por nuestra salvación. Es “Dios con nosotros” y para nosotros. Ésta es la clave de la verdadera alegría de la Navidad.

         ¿Quién es Juan el Bautista que nos anuncia al Salvador y nos conduce hasta Él?

         Es Jesús el que nos responde. Juan no es una caña sacudida por el viento. Tampoco es un hombre vestido con lujo que habita en un palacio. Tampoco es un simple profeta. Es más que profeta porque es el enviado por Dios para anunciar que el Mesías ya está entre nosotros. Es el Profeta que dará paso al Nuevo Testamento, cerrando el Antiguo. Por eso, Juan es el más grande de los nacidos de mujer en este mundo.

         La Virgen María conocía a Juan desde la Visitación. Tuvo una experiencia muy fuerte de la presencia de Jesús y del gozo de Juan en las entrañas de su madre. Sabía muy bien quién era Jesús y quién era Juan.

         Santa María del Adviento, Señora del Rosario: enséñanos a acoger la palabra de Juan que nos invita a prepararnos para recibir a Jesús. Enséñanos a abrir nuestros corazones al Hijo que tú nos ofreces. Es Jesucristo. Es Dios “con nosotros”.  Es Dios.

     


 

     
 



 

 
 


             Autor: Fr. Carlos Lledó López, O.P.