|
MEDITACIONES
SOLEMNIDAD DE
SAN PEDRO Y SAN PABLO
29 de Junio
MISA DEL DÍA
He.12, 1-11
2Tim.4, 6-8
Mt.16, 13-19
EN LA SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO.
En la Solemnidad de S. Pedro y S. Pablo,
recordamos una verdad fundamental de nuestra fe. Cristo instituye la
Iglesia sobre Pedro y le confiere la plenitud del poder espiritual, como
hemos proclamado en el Evangelio: "Y yo te digo que tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia".
La Iglesia camina atravesando dificultades con la certeza absoluta de
que "las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". La
permanencia histórica de la Iglesia es un milagro moral que confirma su
origen divino y fortalece nuestra fe.
San Pedro, primer Papa, muere crucificado como el Maestro. Desde
entonces, el Papa sigue siendo Vicario de Cristo, Cabeza visible de la
Iglesia y Sucesor de S. Pedro, con la misma plenitud de poder espiritual
y la misma asistencia del Espíritu Santo.
Por eso, renovamos el acto de fe, movidos por el amor, en la Iglesia
fundada por nuestro Señor Jesucristo; y en el Papa, su Vicario, "el
dulce Cristo en la tierra". ¡Creemos en la Iglesia, una, santa, católica
y apostólica!
RECORDANDO A SAN PABLO.
Celebramos también, el martirio de San Pablo.
Cristo sale directa e inmediatamente a su encuentro, lo elige para ser
su apóstol y lo prepara para abrir la evangelización a todas las gentes.
Termina sus viajes apostólicos en Roma, junto a S. Pedro y bajo su
Primado.
Como afirma la segunda lectura, la vida de S. Pablo se ha derramado en
"libación", ha "combatido el buen combate", ha terminado su carrera y ha
"guardado la fe". Por eso, el mismo Apóstol afirma: "El Señor me asistió
y me dio fuerzas para que por mi fuese cumplida la predicación y todos
los gentiles la oigan".
Reunidos en la Iglesia, "con el Papa y bajo el Papa", damos gracias a
Dios por el don de la predicación apostólica. En ella, está la raíz de
la fe que profesamos, cuyo centro es Nuestro Señor Jesucristo. Al mismo
tiempo, pedimos la gracia de vivir y morir como hijos fieles de la
Iglesia católica, amorosamente obedientes a su Magisterio, afectiva y
efectivamente unidos al Papa, consecuentes con las exigencias de la fe
que profesamos y que hemos de transmitir a las futuras generaciones.
La Iglesia nos ofrece la vida sobrenatural por el sacramento del
Bautismo; la fortaleza por la Confirmación; el perdón de los pecados
personales por la Confesión; el alimento del Cuerpo y Sangre de Cristo
por la Eucaristía; la santificación de la familia por el matrimonio; los
pastores de nuestras almas por el Sacerdocio; el encuentro con el Padre
por la Unción de los enfermos.
Los Santos Pedro y Pablo nos animan a vivir con valentía el gozo de la
fe que hoy renovamos.
NUESTRO ACTO DE FE.
Creemos en Dios Padre que nos ama con un amor más
fuerte que el pecado, la muerte y la debilidad; que tiene sobre nosotros
proyectos de salvación; que nos revela su amor en Jesucristo: "Porque
tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el
que crea en Él, no perezca, sino que tenga la vida eterna (Jo.3, 16).
Creemos en la potencia del amor que Cristo nos trae. Es el Redentor que
nos libra del pecado, que nos da la vida sobrenatural, clave de la
verdadera dignidad de la persona humana. Es el Dios que nos salva, que
sale al encuentro de cada hombre y de cada mujer. En Él está la verdad y
la clave de nuestra existencia sobrenatural.
Creemos en el Espíritu Santo, "Señor y dador de vida". Es la fuerza del
Amor de Dios que mueve a Cristo Redentor, que pone en marcha la vida de
la Iglesia el día de Pentecostés.
Creemos en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Ha sido
fundada por Cristo sobre Pedro y se prolonga en sus sucesores. “Es
sacramento universal de salvación, signo e instrumento de la gracia de
Cristo en la que renacemos a la vida nueva” (Viaje de Juan pablo II a
España, 1982. BAC, 207, 3a).
Seguiremos renovando nuestra fe con la proclamación del Símbolo de los
Apóstoles. Tiene un especial significado en la Solemnidad de los Santos
Pedro y Pablo.
Lo hacemos al calor de la Virgen, Madre de Dios y Madre espiritual de la
Iglesia y de cada bautizado.
|
|