SAN PEDRO Y SAN PABLO
Solemnidad

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 



MEDITACIONES

 

SOLEMNIDAD DE
SAN PEDRO Y SAN PABLO

29 de Junio

 


MISA DEL DÍA

He.12, 1-11
2Tim.4, 6-8
Mt.16, 13-19



EN LA SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO.

En la Solemnidad de S. Pedro y S. Pablo, recordamos una verdad fundamental de nuestra fe. Cristo instituye la Iglesia sobre Pedro y le confiere la plenitud del poder espiritual, como hemos proclamado en el Evangelio: "Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia".

La Iglesia camina atravesando dificultades con la certeza absoluta de que "las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". La permanencia histórica de la Iglesia es un milagro moral que confirma su origen divino y fortalece nuestra fe.
 


San Pedro, primer Papa, muere crucificado como el Maestro. Desde entonces, el Papa sigue siendo Vicario de Cristo, Cabeza visible de la Iglesia y Sucesor de S. Pedro, con la misma plenitud de poder espiritual y la misma asistencia del Espíritu Santo.

Por eso, renovamos el acto de fe, movidos por el amor, en la Iglesia fundada por nuestro Señor Jesucristo; y en el Papa, su Vicario, "el dulce Cristo en la tierra". ¡Creemos en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica!


RECORDANDO A SAN PABLO.

Celebramos también, el martirio de San Pablo. Cristo sale directa e inmediatamente a su encuentro, lo elige para ser su apóstol y lo prepara para abrir la evangelización a todas las gentes. Termina sus viajes apostólicos en Roma, junto a S. Pedro y bajo su Primado.

Como afirma la segunda lectura, la vida de S. Pablo se ha derramado en "libación", ha "combatido el buen combate", ha terminado su carrera y ha "guardado la fe". Por eso, el mismo Apóstol afirma: "El Señor me asistió y me dio fuerzas para que por mi fuese cumplida la predicación y todos los gentiles la oigan".

Reunidos en la Iglesia, "con el Papa y bajo el Papa", damos gracias a Dios por el don de la predicación apostólica. En ella, está la raíz de la fe que profesamos, cuyo centro es Nuestro Señor Jesucristo. Al mismo tiempo, pedimos la gracia de vivir y morir como hijos fieles de la Iglesia católica, amorosamente obedientes a su Magisterio, afectiva y efectivamente unidos al Papa, consecuentes con las exigencias de la fe que profesamos y que hemos de transmitir a las futuras generaciones.


La Iglesia nos ofrece la vida sobrenatural por el sacramento del Bautismo; la fortaleza por la Confirmación; el perdón de los pecados personales por la Confesión; el alimento del Cuerpo y Sangre de Cristo por la Eucaristía; la santificación de la familia por el matrimonio; los pastores de nuestras almas por el Sacerdocio; el encuentro con el Padre por la Unción de los enfermos.

Los Santos Pedro y Pablo nos animan a vivir con valentía el gozo de la fe que hoy renovamos.


NUESTRO ACTO DE FE.

Creemos en Dios Padre que nos ama con un amor más fuerte que el pecado, la muerte y la debilidad; que tiene sobre nosotros proyectos de salvación; que nos revela su amor en Jesucristo: "Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él, no perezca, sino que tenga la vida eterna (Jo.3, 16).

Creemos en la potencia del amor que Cristo nos trae. Es el Redentor que nos libra del pecado, que nos da la vida sobrenatu­ral, clave de la verdadera dignidad de la persona humana. Es el Dios que nos salva, que sale al encuentro de cada hombre y de cada mujer. En Él está la verdad y la clave de nuestra existencia sobrenatural.

Creemos en el Espíritu Santo, "Señor y dador de vida". Es la fuerza del Amor de Dios que mueve a Cristo Redentor, que pone en marcha la vida de la Iglesia el día de Pentecostés.


Creemos en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Ha sido fundada por Cristo sobre Pedro y se prolonga en sus sucesores. “Es sacramento universal de salvación, signo e instrumento de la gracia de Cristo en la que renacemos a la vida nueva” (Viaje de Juan pablo II a España, 1982. BAC, 207, 3a).

Seguiremos renovando nuestra fe con la proclamación del Símbolo de los Apóstoles. Tiene un especial significado en la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo.

Lo hacemos al calor de la Virgen, Madre de Dios y Madre espiritual de la Iglesia y de cada bautizado.

 

     


 
  
 
     




 

 
 


             Autor: Fr. Carlos Lledó López, O.P.