Todos conservamos siempre vivo el recuerdo de nuestros seres
queridos que se nos han adelantado para ir a la casa del Padre.
La Iglesia, a través de la oración y la Santa
Misa de sufragio, nos permite vivir unidos espiritualmente a
ellos, y renueva en nosotros la certeza de que nuestra vida
no termina en esta tierra.
La tradición de rezar por los muertos se remonta a los
primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su
recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos.
De aquí viene la piadosa costumbre de ofrecer sufragios
por las almas del Purgatorio, que son una súplica insistente
a Dios para que tenga misericordia de los fieles difuntos, los
purifique con el fuego de su caridad y los introduzca en el
Reino de la luz y de la vida.
Cuando una persona muere, ya no es capaz de hacer nada para
ganar el cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer
nuestras obras para que el difunto alcance la salvación.
Con las buenas obras y la oración se puede ayudar a los
seres queridos a conseguir el perdón y la purificación
de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios.
A estas oraciones se les llama sufragios. El mejor sufragio
es ofrecer la Santa Misa por los difuntos.
Debido a las numerosas actividades de la vida diaria, las personas muchas veces no tienen tiempo ni de atender a los que viven con ellos, y es muy fácil que se olviden de lo provechoso que puede ser la oración por los fieles difuntos. Debido a esto, la Iglesia ha querido instituir un día, el 2 de noviembre, que se dedique especialmente a la oración por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.
San Nicolás de Tolentino, abogado de las almas del Purgatorio
Nuestra oración por los muertos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión a nuestro favor. Los que ya están en el cielo interceden por los que están en la tierra para que tengan la gracia de ser fieles a Dios y alcanzar la vida eterna.
Para aumentar las ventajas de esta fiesta litúrgica,
la Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos
y rezamos por las intenciones del Papa entre el 1 y
el 8 de noviembre, “podemos ayudarles obteniendo para ellos
indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales
debidas por sus pecados”.
VÍDEO EXPLICATIVO SOBRE EL PURGATORIO
"Debemos ayudar a los que se hallan en el Purgatorio. Demasiado insensible seria quien no auxiliara a un ser querido encarcelado en la tierra; mas insensible es el que no auxilia a un amigo que está en el Purgatorio, pues no hay comparación entre las penas de este mundo
y las de allí".
Confesión sacramental (en un plazo de dos semanas),
Comunión (también en un plazo de dos semanas, mejor el mismo día),
Oración por las
intenciones del Papa,
Rechazo y desafecto a todo pecado, incluso venial.
La Confesión ha de ser Sacramental y personal. Con una sola confesión se pueden ganar varias indulgencias plenarias en días sucesivos; la confesión puede hacerse unos días antes o después de realizar la obra prescrita.
La Comunión
ha de ser también Sacramental. Con cada Comunión
Eucarística se puede ganar únicamente una indulgencia
plenaria.
La oración
por las intenciones del Papa ha de hacerse por cada indulgencia
que se pretenda recibir; este requisito se cumple plenamente
recitando un Padrenuestro y una Avemaría, o cualquier
otra oración, ofrecidos por las intenciones del Papa.
Excluir todo afecto al pecado, incluso venial. No basta el estado de gracia y tener el corazón contrito. Se requiere también la detestación interior de todo pecado y el firme propósito de esforzarse por no cometerlos de nuevo.
La indulgencia plenaria
se puede ganar todos los días, pero solamente una vez
al día, con excepción del caso "in articulo
mortis", es decir cuando un fiel está en peligro de
muerte, aunque ese día haya ganado ya otra.
Todos los fieles
que estén en peligro de muerte podrán ganar
indulgencia plenaria si cumplen con los siguientes requisitos:
Tener intención
de ganar la indulgencia.
Excluir todo afecto
al pecado, incluso venial.
Que durante su
vida hayan rezado habitualmente alguna oración.
Obras prescritas para obtener indulgencias plenarias
Todos los días:
Adoración del Santísimo Sacramento durante media hora por lo menos.
Lectura de la Sagrada Escritura a modo de lectura espiritual durante por lo menos media hora.
Ejercicio del Vía Crucis, ante las estaciones legítimamente erigidas, representadas por cuadros e imágenes.
Rezo del Santo Rosario: al menos cinco decenas sin interrupción, meditando los misterios correspondientes; en comunidad o en familia.
En días y ocasiones determinados:
Recepción devota, aun por radio o televisión, de la Bendición Urbi et Orbi, impartida por el Papa o por el Obispo.
Participación devota en la Adoración de la Cruz, durante la solemne acción litúrgica del Viernes Santo.
Asistencia a Ejercicios Espirituales al menos durante 3 días completos.
Visita a alguna de las cuatro Basílicas patriarcales en Roma, recitando un Padrenuestro y un Credo.
Primera recepción de la Comunión, o asistencia a la Primera Comunión de otros.
Celebración de la Primera Misa pública. Indulgencia para el Celebrante y para los fieles que asisten a esa Misa.
En casos especiales, con disposiciones especiales, como los Jubileos.
Modo de ganar indulgencias parciales
Para ganar indulgencias parciales, se requiere:
Tener un corazón contrito y llevar a cabo la obra prescrita.
La indulgencia parcial se puede ganar muchas veces en el mismo día, salvo indicación de lo contrario.
Algunas obras prescritas para la concesión de indulgencias parciales son:
Cumplir las tareas diarias y soportar las dificultades de la vida, levantando el corazón a Dios con humildad y confianza y añadiendo, aunque sea mentalmente, alguna invocación piadosa, como una jaculatoria.
Trabajar y/o entregar algún bien, con espíritu de fe y con ánimo misericordioso, para servir a los hermanos que están en necesidad.
Con espíritu de penitencia, abtenerse espontáneamente de alguna cosa lícita que le agrade.
La Iglesia recomienda la oración en favor de los difuntos y también las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia para ayudarlos a hacer más corto el periodo de purificación y puedan llegar a ver a Dios. "No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos".